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El sistema financiero mundial siempre ha girado en torno a los bancos de toda la vida, esos que tienen edificios enormes y mil reglas que hacen todo complicado. Ellos cuidaban nuestro dinero, procesaban pagos y eran los únicos que daban préstamos o te ayudaban a invertir. Pero en los últimos años ha empezado a cambiar el panorama gracias a algo llamado “desbancarización”. No es que de repente la gente deje de usar bancos de golpe; más bien es un proceso lento y suave que nace por la tecnología.

No solo hablamos de quienes no tienen acceso a un banco, sino también de gente que sí puede usarlo, pero prefiere otras opciones digitales más frescas. El boom de las criptomonedas y las fintech (esas empresas que mezclan finanzas con tecnología) han hecho que servicios que antes eran solo para bancos ahora estén al alcance de cualquiera con un celular. Hacer transferencias internacionales es más rápido y barato, invertir está al alcance en unos clics, y ahora hay préstamos y créditos sin tener que pararte en una sucursal.

Antes, “no bancarizado” era quien no podía usar los bancos por falta de documentos o por vivir en zonas sin oficinas bancarias. Hoy, la “desbancarización” es para quienes deciden salirse, porque quieren más comodidad, menos líos y mejores beneficios. Los bancos tradicionales andan medio atorados en la era digital, con sus comisiones elevadas, lentitud y plataformas que más confunden que ayudan. Por eso los jóvenes y los que buscan algo ágil prefieren las fintech, con apps que permiten hasta pagar en segundos o pedir un préstamo sin moverte de tu casa.

Las criptomonedas llevan todo esto a otro nivel. Son una forma de mover lana sin que nadie mande ni controle la transacción, sin bancos de por medio. Esto atrae un chorro de gente que desconfía de los bancos o vive en países con sistemas bancarios chuecos o inflación alta. Aquí la lana se mueve directo entre personas, sin tramites complicados.

Pero este cambio también tiene su riesgo. Los bancos están regulados, tus depósitos están protegidos y hay reglas para evitar fraudes. Las fintech y las criptomonedas no siempre cuentan con esos escudos. Si una plataforma falla o la hackean, es más difícil que alguien te apoye. La descentralización da libertad, pero también deja a los usuarios cuidándose solos. Por eso, la “desbancarización” no es solo cambiar de servicio, sino cambiar la manera en que pensamos en el manejo de nuestra lana.

Aunque algunos creen que este movimiento podría destruir al sistema bancario, lo que de verdad está pasando es que los bancos están obligados a ponerse las pilas. Les toca modernizarse, bajar costos, mejorar su atención y entender más a su clientela, porque ya no compiten solos: las fintech llegaron para revolucionar y echarle presión.

Lo chido es que esto no necesariamente es una pelea donde uno gana y otro pierde. Los bancos pueden convertirse en la base confiable y regulada que soporte a estas nuevas tecnologías. En otras palabras, la desbancarización puede ser el motor que impulse un sistema financiero más eficiente, abierto y adaptado a nuestros tiempos.

Un ejemplo es Bolivia, que dijo que sí a las criptomonedas, un paso más hacia esta nueva era. Ahora tenemos un montón de opciones para manejar nuestra lana: desde apps para pagar al instante, hasta plataformas para invertir o guardar crypto. Ya no dependemos de un solo banco para todo.

Esto le da un poder brutal a los usuarios, porque pueden armar su propia estrategia financiera, eligiendo justo lo que necesitan y cómo lo quieren usar. La competencia entre bancos antiguos y fintechs hace que todos busquen mejorar, y eso se traduce en más opciones, mejor tecnología y un sistema más amigable para todos.

Así, dejamos de ser simples “clientes” y nos convertimos en los dueños de nuestras finanzas, armando todo al mero estilo y ritmo que nos funcione. ¡Bienvenido al futuro!

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