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En Panamá, el dólar estadounidense está más presente que el chile en la comida. No solo es la moneda oficial, sino que también refleja lo que pasa en la economía del país y, a veces, en toda la región.

A diferencia de otros países de Latinoamérica que tienen su propia moneda, Panamá vive en un cotorreo completo con el dólar desde hace más de 100 años. Eso le quita el rollo de que la moneda cambie de valor cada rato y le ha dado estabilidad financiera.

Pero, ojo: aunque parece que el dólar es superfuerte y nunca se mueve, la cosa es más complicada. En Panamá no hay otra moneda con la que comparar al dólar, así que no vemos cambios nominales en su valor, pero sí sentimos cuándo el dólar sube o baja a nivel mundial porque eso afecta los precios y los negocios en el país.

Por ejemplo, cuando el dólar se pone fuerte, traer cosas de otros países cuesta más caro. Esto puede hacer que todo suba de precio y que la lana les rinda menos a las personas. Las empresas que compran insumos del extranjero también sufren, y terminan subiendo los precios para no perder lana. Este vaivén no solo pasa en Panamá, también en otros países que no están dolarizados pero que sienten el efecto a través de sus monedas.

Uno de los grandes motores de estos cambios es la Reserva Federal de Estados Unidos, que decide si sube o baja las tasas de interés. Esto mueve la lana por todo el mundo, a veces haciendo que pedir un préstamo sea más caro o más barato en Panamá. Cuando las tasas suben, la inversión se frena y el crecimiento económico también.

La economía panameña depende un chorro del comercio internacional, especialmente del Canal de Panamá, que conecta a grandes potencias como Estados Unidos y China. Cuando la economía de esos países anda bien, el canal se mueve más y circula más billete en Panamá.

El gobierno de Panamá sabe que esta relación con el dólar tiene sus riesgos y por eso se esfuerza en hacer que la economía sea más fuerte. Controlan bien el gasto público y la deuda para no andar en broncas. También andan promoviendo nuevos sectores, como la tecnología y el turismo de lujo, para no depender solo de lo de siempre. Y, por si fuera poco, le meten duro a que el sistema bancario sea fuerte y capaz de aguantar cualquier jalón de la economía mundial.

No es que el dólar sea una bala mágica que soluciona todo. Claro que tenerlo elimina el riesgo de que una moneda local se devalúe, pero las decisiones que se toman en Washington y las olas en la economía global pueden sacudir fuerte a Panamá.

Aunque el sistema tiene sus riesgos, también ha obligado a Panamá a ser ordenado en sus cuentas y a tener una economía abierta y atractiva para los inversionistas. No poder imprimir su propia moneda hizo que apostaran a un modelo donde el comercio y los servicios son la clave, y eso ha funcionado bastante bien.

Así, aunque no tienen control total sobre su moneda, Panamá ha creado un estilo propio y exitoso, con un sistema bancario sólido, un canal que es todo un monstruo del comercio y un sector de servicios que avanza a toda máquina.

Claro, depender del dólar los conecta directo con la economía global y eso significa que siempre tienen que estar pilas y bien administrados. La dolarización no es un milagro, sino una herramienta que, usada con cabeza, se vuelve el motor que impulsa la prosperidad y la confianza de los que ponen su lana en el país.

En resumen, el dólar no es solo la moneda en Panamá, es el pilar que sostiene su economía, su competitividad y su capacidad para resistir los tiempos difíciles.

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