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La relación entre Estados Unidos, Canadá y México es todo un cotorreo complicado, pero también súper importante. Estos tres forman un equipo bajo el T-MEC, que no es solo un acuerdo comercial chido, sino como una máquina bien aceitadita donde cada uno es clave para que todo funcione bien. Pero si uno de estos tres se pone renuente o hay bronca, todo se siente, y México, aunque no siempre es el centro de la pelea, es quien más siente las vibras malas.

Estados Unidos es como el jefe del grupo: tiene un mercado enorme y una tecnología bien avanzada. Ahí se vende casi todo lo que producen sus vecinos, y siempre está buscando más innovación y lana para invertir. Sus empresas grandes no solo exportan, también hacen patentes y tienen un chorro de redes de producción que abarcan toda la región.

Canadá es el que suelta la materia prima y materiales clave: energía, minerales, madera… todo eso que necesitan sus compas para hacer cosas chidas. Además, tiene fábricas bien pesadas, sobre todo en autos y aviación, y sus cadenas de producción están tan mezcladas con las de EU que a veces ni sabes en qué país estás. Eso sí, aunque es un socio confiable, ya ha tenido sus pleitos comerciales, como en lácteos o madera.

México, por su parte, es la fábrica principal y el puente para la logística. En las últimas décadas, ha crecido un buen en manufactura. Muchos carros, electrodomésticos y chunches electrónicos que usamos llevan la etiqueta “Hecho en México”. Estar tan cerquita de EU y tener una mano de obra competitiva lo ha vuelto el lugar favorito para la producción “nearshoring”, o sea, traer la fabricación más cerca del mercado. México no solo arma productos, también hace las partes intermedias que se mueven de acá para allá siguiendo las reglas del T-MEC.

Ahora, si EU y Canadá se avientan un pleito, México lo siente clavado por cómo están conectadas todas las cadenas de producción. No son tres países que solo se venden cosas, son tres engranes trabajando sincronizados. Cuando uno mete aranceles o chingaderas así, toda la cadena se descompone.

Por ejemplo, si EU le pone arancel al acero y aluminio canadiense, los fabricantes de autos en Canadá van a batallar porque sus costos subirán un buen. Pero ese no es el final: muchas partes o carros semiarmados que Canadá manda a México para terminar de armar o para exportar a EU, se van a encarecer o tardar más.

Los productores mexicanos que dependen de insumos o clientes canadienses la tienen difícil. Sus costos suben, la demanda puede bajar, y no saben si van a haber más aranceles en el futuro, lo que les complica planear a largo plazo. Las reglas del T-MEC que piden que los productos tengan cierto porcentaje de contenido regional ayudan en tiempos tranquilos, pero cuando hay broncas, se vuelven un problema porque cualquier fallo afecta todo el rollo.

Pero ojo, la bronca no es solo con las cadenas productivas. Si EU y Canadá se pelean, la demanda baja. Los precios suben, la gente compra menos, y México recibe menos pedidos. Menos exportaciones significan menos crecimiento y menos chamba para la banda aquí.

Aunque parezca un rollo bien denso, no todo es malo para México. El T-MEC tiene sus complicaciones, pero también le da cierta fuerza a la economía mexicana. Primero, México anda buscando diversificar su comercio, no solo con EU, sino también con Europa y Asia, para no depender tanto de un solo mercado. Además, muchas empresas en México que hacen “nearshoring” desde Asia buscan evitar los aranceles, y eso puede ser una ventaja si los broncas se quedan entre EU y Canadá.

Otro punto fuerte de México es su ubicación. Estar pegadito al mercado más grande del mundo es una carta de oro que no se pierde fácil. Las cadenas de suministro ya están bien establecidas y cambiarlas sería un desmadre bien caro y tardado, así que las cosas tienden a seguir igual.

Por último, México sabe moverse en aguas turbulentas. Ha demostrado que puede adaptarse y el T-MEC tiene mecanismos para resolver broncas. En ciertos casos, México puede salir ganando si alguna parte del comercio de Canadá se desvía para acá, aunque esto no es la regla, sino la excepción. La economía mexicana es bien pañal y siempre está buscando cómo reinventarse y crecer, incluso cuando hay broncas.

Así que, aunque la relación entre sus vecinos no siempre sea color de rosa, México tiene la resistencia y la astucia para seguir avanzando, atentos a las señales pero sin perder el rumbo en este juego gigante del comercio mundial.

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