¡Atención bitcoiners! Esto que pocos notan sobre los gobiernos pro BTC te va a volar la cabeza

El rollo de las finanzas suele ser cosa de grandes jugadores. Y aquí en España, la que se está armando es la posible unión entre BBVA y Banco Sabadell. No es cualquier cosa, es como una novela que lleva años con sus dramas: ofertas, rechazos y ahora una OPA (oferta pública de adquisición) bien intensa que tiene a todo el sector bancario comentando. Pero ojo, hay que ponerle atención a lo chiquito, la letra fina.
BBVA es un banco que no se queda chiquito, es un gigante global. Lo que quiere con comprar a Sabadell es crecer más en España. ¿Para qué? Pues para hacerse más fuerte y eficiente. Imagínate juntar dos equipos que hacen lo mismo, como recursos humanos o contabilidad, y dejar solo uno. Eso baja gastos y hace que la suma del banco crezca más que solo juntar las piezas. Además, ser más grande ayuda a aguantar los cambios en la economía, gastar más en tecnología y negociar mejor con clientes y proveedores. Para BBVA, sumar a Sabadell es ganar terreno en las PYMES, donde Sabadell tiene fama de ser bueno. Es como ponerle turbo a un motor que ya jala pesado.
Pero Sabadell no se ha dejado fácil. En 2020 ya le dijeron que no a BBVA, y ahora repiten el mismo no. ¿Por qué? Pues porque creen que BBVA está ofreciendo menos de lo que realmente valen. Después de chambear duro para arreglar lo que no funcionaba y enfocarse en lo suyo, Sabadell dice que el precio no refleja todo eso ni lo que pueden lograr. Es como si te quisieran comprar tu caravana justo después de que le pusiste todo el flow.
Más que dinero, Sabadell defiende su estilo. Han construido buena relación con los negocios chicos y emprendedores, y aunque son más chiquitos, saben darle atención personalizada. La idea de que un gigante les coma el estilo les da miedo; dan la sensación de perder esa cercanía y quedar como una más en la fila. Esto es como la pelea de David contra Goliat, pero ahora David también tiene que rendir cuentas a su gente.
Cuando estos bancos grandes se quieren juntar, no es solo negocio para ellos. El gobierno y los reguladores están bien atentos porque la cosa puede afectar a todos. ¿Por qué? Porque menos bancos grandes podrían significar menos opciones para la raza, especialmente para las PYMES, que podrían quedar apretadas pa’ conseguir lana. También preocupa el empleo, porque juntar equipos casi siempre quiere decir que habrá despidos; y que se cierren sucursales, sobre todo en pueblos o zonas alejadas, hace que la gente pierda acceso fácil al banco, lo que no está chido.
Por eso, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia y el gobierno no han dicho sí simple. Autorizaron la compra, pero con reglas bien estrictas. La más importante es que BBVA y Sabadell tienen que seguir existiendo como entidades separadas y con su propio manejo al menos tres años, y puede que sean cinco. Es como un “sí, pero a medias”, para cuidar que no se pierda la competencia ni la estabilidad social y económica.
Este rollo deja en claro un dilema viejo: ¿qué es mejor, bancos grandes que aguanten crisis y tengan más tecnología o bancos más chiquitos que conozcan bien a sus clientes y puedan moverse rápido? Los grandes son como barcos enormes que sufren menos las tormentas, pero los chiquitos son rápidos y personalizan mejor.
Esta historia de BBVA y Sabadell muestra ese tira y afloja, y cómo el gobierno intenta que haya un balance, para sacar provecho sin perder diversidad ni competencia. Al final, quienes deciden son los dueños de Sabadell, sus accionistas, que tendrán la última palabra en esta novela bancaria. Pero ya sea como sea que termine la historia, nos deja claro que en el mundo de los bancos, aunque manden los grandes, siempre hay chance para que los chiquitos muestren su fuerza y para buscar un punto justo.
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