¿Puede la tecnología salvar a los informales y meterlos al juego económico? ¡Descúbrelo aquí!
En muchos países en desarrollo, y también en otros lados, la economía informal está a la orden del día. Millones de personas se ganan la vida sin estar registradas ni en las reglas oficiales, viviendo en un limbo donde no tienen acceso a beneficios ni a la protección que da la economía formal. Por muchos años, la informalidad se vio como un problema que frenaba el progreso, porque no aportaba impuestos y generaba inestabilidad. Pero ahora, con la llegada de nuevas tecnologías digitales como las fintech y las criptomonedas, surge la pregunta: ¿podrá la tecnología ayudar a meter a esta economía informal al juego formal?
La economía informal incluye desde los vendedores ambulantes y pequeños agricultores hasta los trabajdores por cuenta propia y artesanos. No es un problema sencillo, es un rollo complicado con muchas causas: demasiados trámites, costos altos para formalizarse, falta de acceso a créditos y servicios financieros, y cero protecciones sociales. Eso crea un círculo vicioso donde la gente trabaja sin seguridad social, sin contratos y sin acceso a apoyos para crecer. La informalidad aquí es sinónimo de chamba insegura.
Aunque estos trabajadores son súper activos, muchas veces no tienen una identidad financiera ni historial crediticio para pedir un préstamo y hacer crecer su negocio, o un seguro para protegerse de imprevistos. Al estar afuera del sistema formal, terminan aventándose con prestamistas que cobran intereses altísimos y sin respaldo legal. Aquí es donde la tecnología puede ser un puente para romper esas paredes que los separan de la economía formal.
La revolución digital trae muchas oportunidades para formalizarse. Las fintech se han puesto las pilas y ofrecen servicios que antes sólo tenían los bancos. Las billeteras digitales y apps de pago por celular les permiten cobrar electrónicamente y armar un historial de sus movimientos, que con el tiempo puede abrirles la puerta a microcréditos o seguros. Lo chido es que estas apps son fáciles de usar y no necesitas ir a una sucursal del banco, así llegan a lugares donde antes no imaginabas.
Por otro lado, la tecnología blockchain y las criptomonedas traen algo más radical. A diferencia de las fintech que trabajan dentro del sistema bancario tradicional, las criptomonedas como Bitcoin o Ethereum son una opción descentralizada. Para quien no confía en los bancos o no tiene papeles para abrir una cuenta, las cripto son como una salida. Con un celular ya puedes tener una billetera digital y hacer transacciones sin intermediarios. Eso les da independencia financiera, algo súper atractivo para los que han sido excluidos.
Además, las criptomonedas facilitan que los trabajadores migrantes manden dinero a sus familias sin tener que pagar comisiones elevadas ni pasar por tanta burocracia. Si usan monedas estables, que valen igual que el dólar, eliminan el problema de la volatilidad que hace que la gente desconfíe. La tecnología blockchain no solo sirve para pagos, también es un sistema transparente y seguro que puede generar confianza para que más se animen a integrarse.
Pero ojo, la tecnología no es la varita mágica que arregla la informalidad. Todavía hay una brecha digital enorme. No todos tienen celular inteligente o saben usar estas apps. En zonas alejadas, la falta de internet es un problema serio que impide que estas soluciones lleguen a todos.
Además, usar criptomonedas o fintech no va a solucionar las causas profundas de la informalidad. Estas herramientas facilitan las transacciones y crear historial financiero, pero no van a bajar los impuestos abusivos ni quitar la burocracia que empuja a la gente a trabajar en la sombra. Si los gobiernos solo quieren rastrear y cobrar más sin dar beneficios reales, la gente va a rechazar estas tecnologías.
También hay que tener cuidado con la descentralización de las criptomonedas, que aunque es su principal encanto, también es su talón de Aquiles. Sin un organismo que supervise, los usuarios pueden caer en fraudes o estafas sin a dónde reclamar. La volatilidad, aunque se aliviane un poco con monedas estables, sigue siendo un riesgo para los que apenas tienen para sobrevivir y no pueden perder sus ahorros.
El debate sobre si la tecnología puede formalizar la economía informal a veces se centra mucho en qué herramienta es mejor: ¿fintech o criptomonedas? ¿billeteras digitales o pagos sin contacto? Pero lo que importa de verdad no es eso.
La tecnología, sea una app o una cripto, es solo una herramienta. Su poder para transformar la informalidad depende de la voluntad política y social para usarla bien y que en verdad beneficie a quienes están afuera. Y la neta, muchas veces la informalidad no es algo de lo que la gente quiera escapar, sino una decisión pragmática. El sistema formal no siempre les ofrece algo atractivo frente a los costos, impuestos y la burocracia que hay que cargar. Si la tecnología solo sirve para extender el control y las reglas del sistema sin dar beneficios reales como seguridad social, créditos justos o protección legal, va a verse como una amenaza, no como solución.
El verdadero reto no es tecnológico, es social y político. ¿Qué está dispuesto a ofrecer el sistema formal para que la gente quiera ser parte de él? La tecnología puede ser el camino, pero la meta debe ser un cambio que haga que valga la pena formalizarse para millones que hoy siguen fuera.
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