¡La SEC lo revela! Atkins revela que en 2025 las reglas permitirán a las criptoempresas desatar toda su innovación

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El siglo pasado estuvo dominado por el petróleo, ese “oro negro” que movió la industria, los carros y hasta la política mundial. El precio del petróleo subía y bajaba según pleitos entre países o decisiones de carteles, y eso nos decía mucho sobre cómo andaba la economía global.

Pero en estos últimos años, el mercado del petróleo anda medio caótico y ya no crece como antes. Esto no es nomás un corto esperando pasar, sino que nos muestra que algo grande está cambiando. La banda ya se está dando cuenta de que hay que dejar de depender tanto del petróleo y darle chance a la energía limpia, como la solar y la eólica. Los carros eléctricos ya no son un lujo raro, cada vez más cuates se animan a usarlos. Todo esto está haciendo que el petróleo pierda terreno y que otros activos intenten llenar ese hueco. Y aquí entra Bitcoin, un tipo que nació en plena era digital.

Desde hace tiempo, los expertos han dicho que el petróleo ya dio lo mejor de sí y que venía una vida sin tanto carbón ni gasolina. Y pues ya no es cosa de ciencia ficción, la inversión en energías verdes va a todo lo que da. Por eso, el precio del barril ya no solo depende de lo que se extrae o se vende, sino de la incertidumbre sobre si alguna de esas reservas de petróleo quedará enterrada para siempre y nadie la usará. Por eso, la gente volteó a ver otras formas de hacer plata y valor, como lo digital.

En esta transición, los datos son la nueva lana. Si el petróleo fue la gasolina de la era industrial, los datos son la chispa de la era digital. La inteligencia artificial se sigue haciendo más chida gracias a la cantidad enorme de datos que consume para aprender. Gigantes como Google, Amazon y Meta ahora son como las nuevas compañías petroleras porque manejan toneladas de info sobre lo que hace la raza, y eso les da un poder brutal.

Pero no creas que nomás con datos se arma el show, también hacen falta cosas físicas nuevas. Por ejemplo, el litio y el cobalto son clave para las baterías de los carros eléctricos y para guardar la energía del sol y el viento. Quien controle esos minerales puede voltear el juego en la política mundial. Además, los chips que hacen funcionar toda la tecnología moderna también son súper importantes… y escasos. Y ni hablemos del agua pura, que ya está volviéndose oro líquido. Sin olvidar que la gente con conocimiento de estas movidas es la que hará que todo avance.

En medio de todo este desmadre, Bitcoin aparece como un jugador importante. No es como el petróleo o el litio, que son cosas que puedes tocar, sino que es un activo digital con una oferta fija. Eso quiere decir que no se puede imprimir más y puede ser una buena protección contra la inflación, algo así como el oro, pero en versión digital. Además, se puede mover súper fácil y nadie lo puede frenar o confiscar, algo que se agradece cuando los gobiernos quieren controlar la lana.

Pero Bitcoin no solo es para guardar valor. La tecnología que lo sostiene, blockchain, está cambiando las finanzas al crear ecosistemas donde ya no necesitas bancos de por medio. También está inspirando a los gobiernos a lanzar sus propias monedas digitales. Así que Bitcoin no es solo una moneda, es una plataforma para todo un sistema nuevo, que apuesta por la transparencia y la autonomía.

Aunque suena padrísimo, Bitcoin también tiene su bronca: consume mucha energía para funcionar, y todavía gran parte viene de combustibles fósiles. O sea, mientras el mundo quiere dejar el petróleo, esta red digital aún depende un buen de él. O sea, para que Bitcoin sea realmente el futuro, tendrá que aprender a usar energía de manera más chida y limpia. Porque aunque sea digital, la realidad física sigue mandando.

Al final, esta historia no es solo de ganar o perder en el mundo del dinero. Es un cambio de era que mezcla lo digital con lo físico, y que apenas está empezando a definirse. Así que hay que estar pilas para entender hacia dónde va la bola.

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