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América Latina está llena de cultura chida y un montón de potencial, pero tiene un rollo bien complicado que a veces no se ve: sus sistemas financieros no hablan el mismo idioma. Aunque se ha intentado juntar a todos como banda, cada país tiene sus reglas, sus plataformas para pagar y sus métodos bancarios, y eso hace que el dinero se mueva como tortuga cuando quiere cruzar fronteras. No es solo un problemita técnico, es una pared que frena el crecimiento de toda la región.

Esto se ve en la vida diaria: imagina a un comerciante que quiere vender sus productos en otro país o a alguien que quiere mandar lana a su familia. En otros lugares, el proceso es súper rápido, pero acá se vuelve una odisea con comisiones altas, trámites y espera. Los sistemas de pago solo funcionan bien dentro de cada país y no se llevan entre sí, por eso hacen falta un chorro de intermediarios que aumentan el costo y el tiempo. Además, la diferencia de monedas y la falta de un sistema común para cambiar dinero ponen más trabas.

No solo afectan a la banda común, sino que las empresas, sobre todo las chicas y medianas, batallan para crecer y hacer negocios en otros países. Recibir pagos o pagar en otra moneda se vuelve un dolor de cabeza que desanima el comercio. En un mundo que va rapidísimo, esta rigidez de aquí hace que América Latina se quede atrás. Los discursos políticos hablan mucho de la unión económica, pero la realidad financiera sigue siendo un relajo separado.

Antes, solo había unas pocas opciones para hacer pagos, pero ahora el juego cambió un buen: desde transferencias normales hasta billeteras digitales, códigos QR y hasta cripto. Esta diversidad hace que la conectividad sea más difícil. Los bancos tradicionales se esfuerzan por juntarse con las fintech, y las fintech no siempre se llevan bien entre ellas. Todo esto crea un caos donde es muy difícil ponerse de acuerdo en cómo funcionar juntos. Falta que todos hablen el mismo idioma y que tengan reglas claras.

¿Y cuánto cuesta esta bronca? Pues mucha lana, porque las comisiones para mover dinero entre países están por las nubes y muchas veces uno ni sabe cuánto va a pagar. También se pierde mucho tiempo: una transacción que debería ser rápida, tarda días, y eso afecta el efectivo de las empresas y la confianza. Finalmente, la complejidad de tener que lidiar con tantos sistemas y papeleo se lleva recursos que podrían usarse para crecer, además de aumentar el riesgo de errores o estafas.

La solución no es sencilla. Se necesita que gobiernos, bancos centrales, instituciones financieras y las fintech se echen la mano para crear una infraestructura regional que conecte a todos. Así se bajarían costos, tiempos y complicaciones. No se trata de borrar fronteras, sino de hacerlas menos rollo para que el dinero se mueva tranquilo.

Mientras tanto, han nacido las llamadas “finanzas en la sombra”. Aunque suena medio oscuro, son plataformas y actores que operan fuera de la banca tradicional, aprovechando las fallas del sistema para ofrecer envíos de dinero rápidos, baratos y accesibles. Desde remesas con blockchain hasta apps para pagar entre países, estos jugadores están armando sus propios puentes donde el sistema clásico no llega.

Estas nuevas formas muestran que el mercado quiere cambio, aunque también traen retos para los reguladores y la seguridad. Pero si la banca tradicional quiere seguir vigente, tiene que agarrar la onda y trabajar con estas tecnologías para un sistema más justo y eficiente.

Ahora, no todo es malo con esta fragmentación. Algunos dicen que tener sistemas financieros distintos para cada país puede funcionar como un “escudo” contra crisis. Si el dinero no puede moverse libremente, las crisis de un país podrían no pegar tanto a los demás, manteniendo a raya la volatilidad y ayudando a que cada economía tenga algo de autonomía y fortaleza.

Desde este punto, la fragmentación no solo es un problema, sino una forma de protegerse. Eso hace que haya que pensar con calma en todo lo que implica realmente juntarse del todo o mantener las cosas como están.

Ojo: Todo lo dicho aquí no es consejo financiero ni una recomendación para invertir. Hay que hacer su tarea y cuidarse antes de meter varo o hacer movimientos comerciales riesgosos.

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