¡El Nasdaq quiere transformar tus acciones en tokens y está buscando luz verde de la SEC!

La economía de Brasil, que es la más chida y grande de toda América Latina, está pasando por un momento medio estancado que tiene a todos con la ceja levantada, desde acá hasta medio mundo. Aunque en el pasado Brasil ha demostrado aguantar vara, ahora el crecimiento está bien lento y eso tiene a todos preguntándose: ¿va a poder seguir creciendo fuerte o se va a quedar estancado?
Una de las broncas más grandes es que las tasas de interés están por las nubes. El banco central quiere controlar la inflación, pero para eso ha subido la tasa, y eso hace que pedir préstamos salga caro. Las empresas, ya sean grandes o chiquitas, están frenando sus planes de crecer, y las familias nomás andan cuidándose de gastar de más. Resultado: la economía no avanza como debería.
El gobierno brasileño está en una situación complicada porque quiere darle aire a la economía para que haya más chamba y que la gente esté mejor, pero al mismo tiempo no quiere que se les escape la inflación y todo se dispare. En América Latina ya se vio que si haces un gasto loco para hacer que todo crezca rápido, luego la moneda se deprecia y la banda pierde su poder de compra. Así que la tarea es encontrar el punto justo.
Para echarle ganas, el gobierno ha apostado a invertir en obra pública y programas sociales, pero tiene que hacerlo con cuidado, porque si se le sale de control la deuda pública, los inversionistas se asustan y el banco central seguirá con las tasas altas, lo que acaba de bajonear más a la economía.
La clave está en que el gobierno y el banco central se pongan las pilas juntos. Si el gobierno se pone a gastar sin control, el banco central tendrá que subir todavía más la tasa y eso es un circulito vicioso. Pero si ambos trabajan bien, invirtiendo en cosas que hagan al país más competitivo a largo plazo, entonces podría darse chance de bajar las tasas y darle un respiro a la economía.
Esto no solo importa para Brasil, sino para toda la región. Países como Argentina, Uruguay y Paraguay dependen un buen de lo que Brasil compra. Si Brasil baja sus compras, la neta se afecta toda la cadena de productores y exportadores de estos países. Además, la inestabilidad brasileña hace que la lana y las monedas en América Latina anden volátiles, y eso pone nerviosos a inversionistas y gobiernos por acá.
Por ejemplo, cuando el poder adquisitivo de los brasileños baja, también cae la demanda de carne, soya y trigo que venden sus vecinos. Los agricultores y las industrias que le venden a Brasil sienten la bajada en sus ventas y se la ven difícil. Todo está conectado, y si a Brasil no le va bien, se siente en todo el vecindario latino.
Aunque todo suene medio gris, la verdad es que no todo está parado. Brasil está viviendo una transformación chida en el tema tecnológico y en sectores nuevos. Nomás porque el PIB no crece mucho, no significa que no haya cosas interesantes pasando. El sector servicios, las startups y la economía digital están creciendo a pesar de todo, y ese rollo podría ser la llave para un crecimiento más fuerte y de mejor calidad en el futuro.
En resumen, la desaceleración brasileña hace eco en toda la región y pone en jaque a muchas economías que dependen de su músculo. Pero la buena noticia es que Brasil no solo está esperando, sino que está buscando nuevas formas de crecer con innovación y tecnología. Así que, aunque la economía no parezca moverse mucho ahora, hay semillitas de un futuro más prometedor que están germinando.
Eso sí, no se vayan con la finta fácil; invertir siempre es un riesgo y hay que estar pilas y bien informados antes de aventarse.
Respuestas