¡Alerta cripto! Bitcoin pierde 1% y Ethereum se desploma 1.4% desde el miércoles, ¿qué está pasando?

La onda de la blockchain siempre ha sido construir su “ciudad ideal”, esas comunidades bien soñadoras donde todo se rige por código y la tecnología manda. Pero, la neta, no siempre ha salido chido, porque las reglas, las expectativas imposibles y otros rollos suelen arruinar la fiesta desde antes de empezar.

Durante años, varios soñadores y fundadores han tratado de echar a andar comunidades en la blockchain. Algunos le han bajado al drama y la usan para cosas más reales, como registros de tierras, mientras que otros se animaron a hacer ciudades completas que solo funcionaran con blockchain y criptos.

Un caso que armó revuelo fue el plan —que se escuchó por ahí— del expresidente gringo Donald Trump para hacer una “Riviera de Gaza” en un territorio bien complicado. Querían usar un token digital para juntar lana e invertir en bienes raíces. Algo así como un modelo súper futurista para post-conflicto, pero con blockchain.

Ahora, vayamos al mar con la historia del crucero MS Satoshi Bitcoin, que terminó siendo un fracaso gracias a las reglas del mar y la falta de lana. En 2020, tres fanáticos del Bitcoin, Grant, Rüdiger y Chad, se compraron un crucero enorme, el Pacific Dawn, por casi 10 millones de dólares. La idea era convertirlo en una ciudad Bitcoin flotando frente a Panamá, con todo: restaurantes, albercas, gym y hasta poder minar criptos sin el gobierno metiendo las manos. Todo iba a ser en Bitcoin, desde la chela hasta el sushi.

Pero como en las telenovelas, llegaron los problemas: pocos inversores se animaron y eso no alcanzaba ni para el combustible, que era carísimo (12 mil dólares diarios). Además, la pandemia y las leyes del mar les echaron montón, porque los cruceros tienen un montón de normas que no podían saltarse. En diciembre de ese mismo año, tuvieron que vender el barco y ya no hubo más.

Pasando al desierto político, el 31 de agosto el Washington Post soltó que la administración Trump tenía un plan para Gaza, llamado Fondo para la Reconstitución, que traía ideas bien ambiciosas, desde un puerto enorme hasta una “riviera turística” con un modelo que usaba tokens digitales para que los palestinos pudieran ofrecer tierras y, a cambio, mudarse o vivir en nuevas “ciudades inteligentes”. Pero ojo, este plan aún está en veremos y la ONU dice que es más una tapadera para agendas oscuras que un plan humanitario.

Siguiendo con micronaciones, en 2015 un político checo, Vít Jedlička, se agenció un trozo de tierra entre Croacia y Serbia que quedó “olvidado” por los dos gobiernos porque el río Danubio cambió de rumbo. Ahí fundó Liberland, una república libertaria donde sacaron su propia cripto, el Liberland Dollar, con un rollo de gobierno lo más mínimo posible. Su idea llamó la atención en el mundo cripto, pero traer problemas con los países vecinos no faltaron; la policía croata les puso pared varias veces y al buen Vít le prohibieron la entrada cinco años por andar haciendo su movida libertaria.

Ahora, vámonos pal norte a Wyoming, Estados Unidos, donde en 2021 un ingeniero llamado Scott Fitsimones aprovechó que Wyoming reconoció legalmente a las organizaciones autónomas descentralizadas (DAO) para armar CityDAO, una comunidad que vendería tokens para comprar tierra y mostrar que las DAO pueden gobernar. En menos de un mes juntaron más de 250 mil dólares, con la ayuda de personajes pro-cripto como Mark Cuban. Compraron 40 acres y quisieron hacer “la ciudad del futuro” con blockchain, pero hubo broncas: muchos querían proteger la naturaleza y las leyes locales solo permiten construir una casita por parcela. Además, un hackeo les robó varo y le bajó la motivación a todos. Aunque lograron algo sin precedentes, su sueño de urbe utópica se estancó.

Uno de los proyectos más famosos, pero que se fue al garete, fue Akon City en Senegal. El cantante Akon quiso lanzar una criptomoneda llamada Akoin para ayudar a creativos africanos y construir una ciudad inteligente de 6 mil millones de dólares, con hospitales y rascacielos. Tenía tierras del gobierno en manos y todo sonaba increíble, pero la pandemia frenó todo, el precio de Akoin se desplomó, y para 2025 el gobierno le pidió levantar obras o devolver el terreno. Al final, la ciudad se quedó solo en dibujos.

Por otro lado, en el desierto de Nevada, en 2021, la empresa Blockchains LLC quiso crear su propia ciudad blockchain. Compraron un terreno gigante y habían planeado levantar miles de casas y oficinas donde todo se pagaría con cripto. Pero el chiste se cayó porque necesitaban llevar agua con una tubería de 100 millas, y hubo broncas con las leyes, terrenos federales, y hasta tribales. Querían además que la ley les permitiera operar como mini gobierno, recaudando impuestos y más, pero no agarraron apoyo político y el proyecto se congeló.

Pero no todo es fracaso. En Noruega, en 2015, dos tipos llamados John y Sondre fundaron Liberstad, una comunidad basada en principios anarquistas y voluntarios. Compraron tierras con Bitcoin y usan solo una criptomoneda llamada City Coin para todos los pagos. Aunque es chiquita, Liberstad ha crecido, tiene residentes y su propia tecnología blockchain. No es la mega ciudad futurista de las películas, pero es un ejemplo súper chido de que estas ideas pueden avanzar.

Así que, en resumen, la onda de las ciudades blockchain está llena de ideas locas, proyectos que se caen, pero también de dos o tres éxitos que se van armando a su ritmo. Al final, construir algo nuevo y libre no es fácil, y en el camino hay muchas lecciones de por medio.

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