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Latinoamérica es una región llena de contrastes, y en los últimos años ha visto nacer un fenómeno que promete cambiar la forma en que manejamos la lana: las fintech, o tecnologías financieras. Estas herramientas digitales van desde apps para pagar con el cel hasta plataformas para invertir o pedir préstamos por internet. La idea es hacer que todos, incluso los que nunca han tenido una cuenta bancaria, puedan entrarle a los servicios financieros sin tanto rollo ni papeleo.
La neta, mucha raza no tiene acceso a un banco para guardar su varo, pedir un préstamo chido o invertir. Por eso, antes se buscaban otros caminos, que a veces eran más caros o inseguros. Las fintech llegaron con la promesa de acabar con esos problemas, ofreciendo todo eso solo con un smartphone y una conexión a internet, sin importar si vives en la ciudad o en el rancho.
Al principio, todos estaban emocionados. Cada semana surgía una nueva startup que quería revolucionar algo: hacer envíos de dinero más baratos, ofrecer inversiones desde poco dinero, y más. Estas empresas son rápidas para agarrar oportunidades que los bancos tradicionales no ven o no quieren tocar.
Pero, no todo es miel sobre hojuelas. Hay que ser bien cuidadosos y ver si realmente estas fintech están ayudando de verdad o si nomás son un montón de ideas bonitas que al final no tienen mucho impacto. No basta con tener tecnología; lo que importa es si resuelven problemas reales y si pueden mantener eso en el tiempo.
Resulta que algunas fintech solo están copiando servicios clásicos, con un poco de tecnología por encima, sin ofrecer algo realmente nuevo o mejor. Otras se concentran en grupos bien chiquitos y olvidan al resto que también necesita ayuda. Y ojo, muchas veces dicen que sus costos son bajitos, pero esconden cargos o usan modelos de negocio que no aguantan el paso del tiempo.
Además, mover esta onda en Latinoamérica no es sencillo. Las leyes y reglas cambian mucho y varían de país en país. Para aguantar en este juego, no basta con ser inteligente en tecnología; hay que conocer bien las leyes y estar al tiro con todo.
Otro problema es que muchas startups se emocionan con crecer rápido y llenarse de usuarios, pero dejan de lado detalles importantes como cuidar los datos o proteger a los clientes. Si no se hace bien, la gente va a perder confianza y esto les puede pegar duro.
La verdadera chamba para las fintech no es ver quién crece más rápido o quién trae más dinero de inversionistas, sino en crear soluciones que funcionen para la gente. La fintech que realmente la pone es la que logra que más personas se sumen al mundo financiero, que haga trámites más fáciles y que ofrezca opciones para ahorrar o invertir de forma segura y sin broncas.
Eso significa que la innovación tiene que tener un propósito, no ser solo tecnología por tecnología. Las que realmente van a marcar la diferencia son las que entienden el contexto de cada lugar, las necesidades de la banda y los retos culturales. Por ejemplo, hacer apps que funcionen con internet lento, que sean fáciles de usar aunque no sepas mucho de tecnología, o que generen confianza entre las comunidades.
Así como el mercado se va organizando, muchas fintech que no aguanten se van a quedar en el camino o las van a comprar empresas más grandes. Al final, sobreviven las que sean chidas, con modelos de negocio que aguanten vara y que sepan adaptarse rápido.
Aunque pareciera que hay un boom y eso es buena onda, mucha oferta puede saturar el mercado y hacer que la gente se confunda o desconfíe. Muchas veces hay tantas opciones parecidas o poco claras que es difícil saber cuál conviene de verdad. Esto puede frenar que la gente se anime a usar estas innovaciones y hasta hacer que recursos que podrían ir a proyectos buenos se desperdicien en los que no sirven.
En resumen, lo que va a definir el futuro de las fintech en Latinoamérica no es cuántas hay, sino qué tan bien resuelven los problemas de la raza. No es solo ser la nueva app del momento, sino ofrecer algo que realmente ayude y dure. El camino será complicado, pero quien sepa conectar con la gente y con la realidad del barrio, sin duda va a ganar.
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