¡Cripto en Latam: El misterio de las remesas que no quieren despegar! 🚀💸

En el mundo movidito de las criptomonedas, mucha gente pinta a Bitcoin y otras monedas digitales como la solución mágica para enviar dinero entre países en América Latina. Dicen que son rapidísimas, baratas y que van a acabar con las formas tradicionales que solemos usar para mandar lana.

Pero la neta, cuando ves qué está pasando en la realidad, la cosa no es tan simple. Sí, hay chavos usando cripto para mandar remesas, pero no es como que todos se hayan aventado al tren. No es que los métodos viejos sean malísimos ni que las criptos sean la octava maravilla. La realidad es un rollo más complicado, donde las ventajas que prometen se topan con obstáculos bien reales y con dudas que no desaparecen.

Una bronca fuerte es la volatilidad de la mayoría de las criptos, sobre todo Bitcoin. Para muchas familias que reciben ese dinero, que muchas veces es para lo más básico, ver que el valor de lo que les mandan se puede caer de un día para otro es un peligro muy serio. Aunque ya hay las llamadas stablecoins, que están amarradas al dólar para que no anden brincando tanto, todavía no las conocen ni usan todos. Cuando la lana es para la comida, el gas o la renta, una movida arriesgada no es opción.

También está lo de los costos y la facilidad para usarlo. Aunque las comisiones para mover las monedas en la red pueden ser bajitas, convertir de peso o peso mexicano a cripto, y luego otra vez de cripto a efectivo, cobra extra y puede salir casi igual o más caro que con los métodos tradicionales. Además, no hay suficientes cajeros o lugares para hacer esos cambios fácil y sin broncas, sobre todo en pueblos chiquitos o zonas más retadoras. La promesa de que todo será baratísimo se pierde cuando sumas todo el rollo completo.

Otra cosa que pesa es que muchos no están tan familiarizados con cómo funcionan las carteras digitales, las claves privadas, y todo ese show de las transacciones en criptos. Requiere algo de cultura digital que no mucha gente tiene, y el proceso puede asustar o confundir. Aunque cada vez más personas tienen celular y acceso a internet, todavía faltan regiones donde esto no es tan común y eso limita mucho lo que pueden hacer con cripto.

Además, la regulación todavía está medio en el aire. Muchos países de la región no tienen reglas claras para las criptos, lo que hace que empresas y usuarios anden con la incertidumbre de si están protegidos o si pueden caer en fraudes. Pasa que también hay preocupación por usos ilegales como lavado de dinero, y eso hace que los gobiernos le pongan más atención, con nuevas reglas y controles que a veces complican más las cosas. Sin una base legal firme, no todos se sienten cómodos confiando su dinero ahí.

Por último, está la confianza que mucha banda tiene en los métodos tradicionales como Western Union o MoneyGram. Aunque tienen sus fallas, la gente prefiere lo conocido: ir a un lugar, entregar la lana y estar seguro que llegará. Para ellos, la comodidad y seguridad pesan más que la promesa de que las criptos son más rápidas y baratas, que aún suenan a algo lejano o complicado.

La onda de que las criptomonedas solucionarán todo con remesas muchas veces es más hype que realidad. No es que no tengan potencial, porque sí lo tienen, pero a veces sus promotores olvidan lo que los usuarios realmente necesitan y en qué condiciones están.

La neta, para que las criptos realmente despeguen en remesas, no basta con que sean buenas tecnológicamente. La clave puede estar en que se integren de manera sencilla y que no obliguen a la gente a ser expertos ni a cambiar su forma de hacer las cosas. Si la tecnología puede funcionar detrás de escena para abaratar y acelerar las transferencias, pero sin que el usuario tenga que hacer malabares o aprender tanto, entonces ahí sí la cosa cambia de nivel. La tecnología debe estar al servicio de la banda, no al revés.

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