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La vivienda es algo básico, como el aire o la comida. Pero en España y en muchos países desarrollados, conseguir un lugar para vivir se ha vuelto un verdadero lío, lleno de cosas económicas y sociales que parecen imposibles de arreglar.

Antes, con ganas y un poco de tierra, cualquiera podía soñar con tener su propio techo. Hoy en día casi todos dependen de otros para encontrar dónde vivir. Y esto viene con muchas esperanzas y exigencias que chocan contra una realidad económica bien dura.

El problema principal es que la gente quiere casas cada vez mejores, pero el dinero no alcanza. Ya no se trata solo de tener casa propia, sino de buscar el apartamento perfecto: grande, bien ubicado, con servicios cerca, y todo eso en ciudades donde el precio por metro cuadrado está por las nubes. Resultado: las casas se encarecen un montón, mientras los sueldos casi ni suben.

Además, la cantidad de casas que están construyendo no alcanza para la demanda. No es solo porque falte dinero o ganas; también porque la forma de vivir está cambiando. Cada vez hay más jóvenes que prefieren vivir solos o en pareja. Las familias grandes de antes ya no son la norma, así que para la misma cantidad de gente se necesitan más casas.

Esto significa que donde antes vivía una familia entera, ahora se necesitan varios departamentos. Pero la construcción no puede crecer tan rápido, y la burocracia hace todo más lento. El resultado es un mercado donde mucha gente busca casa, pero no hay suficientes.

Esta diferencia entre lo que se quiere y lo que se puede pagar genera frustración. Y esta bronca no es solo personal, afecta a la sociedad completa de España. Se nota en jóvenes que no pueden independizarse, en familias que meten la mayor parte de su dinero en renta o hipoteca y apenas salen a flote. No es solo un rollo económico; es un problema social y político que podría explotar en cualquier momento.

Históricamente, España y otros países han intentado resolverlo con medidas clásicas.

Primero: construir vivienda pública para los más necesitados (aunque en España hay poco comparado con otros países), incentivar a los constructores privados para que hagan más casas, convertir locales comerciales en viviendas o arreglar casas vacías para que vuelvan al mercado.

Segundo: tratar de controlar los precios de renta en las zonas más caras (una medida que divide opiniones) y dar ayudas o avales para que los jóvenes o personas con menos recursos puedan comprar o rentar.

Tercero: desbloquear terrenos para construir, tanto públicos como privados, para que haya más espacio donde levantar casas.

El problema es que, aunque hacen todo eso, la demanda sigue creciendo y se come a la oferta. Los cambios sociales piden muchísimas más viviendas, pero la burocracia, los costos y la falta de tierra frenan la construcción. Las soluciones de siempre ya no bastan.

Ahora imagina algo más moderno, como préstamos entre personas sin bancos de por medio, o dividir un edificio en miles de partes digitales que cualquiera pueda comprar con poca plata. Esto haría que invertir en casas fuera para todos y que hubiera más dinero para construir.

También hay ideas como contratos inteligentes en la blockchain que podrían hacer compras y rentas más fáciles y seguras sin tanto intermediario, o incluso grupos que se junten para comprar casas juntos usando criptomonedas y manejarlas de manera democrática.

Pero, siendo honestos, aunque estas tecnologías suenan chidas, no es tan sencillo.

Primero, la regulación de las criptomonedas es un lío terrible. Armar todo un mercado inmobiliario con reglas que cambian constantemente es imposible ahora mismo. Además, las criptos suben y bajan mucho, y eso no es garantía para quien quiere comprar su casa; arriesgarse a que su inversión se desplome no es para todos.

También falta que la gente confíe y entienda bien todo esto. Cambiar la manera en que se compra una casa es un proceso largo que va a necesitar muuucha educación.

Y no olvidemos lo complicado que es hacer que estas ideas encajen con los bancos, notarios y registros que ya existen. El sistema inmobiliario está lleno de papeleo y resistencia al cambio.

¿Entonces las criptos y la tecnología financiera son la solución mágica? No tan rápido. Prometen mucho, y la innovación es importante, pero pasar de promesas a soluciones reales va a costar un buen trabajo para enfrentar leyes, la volatilidad de las monedas digitales y la resistencia del sistema tradicional.

Así que, mientras todo eso se resuelve, la lucha por una vivienda accesible sigue más viva que nunca en España.

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