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Durante años, las stablecoins andaban en una especie de limbo: ni eran parte del sistema financiero tradicional, ni totalmente ajenas a él. Pero eso está cambiando. En América Latina y en otros lados, las stablecoins ya no son solo una idea loca; las empresas las usan todos los días para lidiar con la inflación, hacer pagos internacionales y porque muchas veces no tienen acceso fácil a bancos. Pero para que se vuelvan el estándar, se necesita más que ganas; se necesita infraestructura chida.
Aunque ya hay avances, la neta la mayoría de los países latinoamericanos apenas están empezando a armar una economía con stablecoins. La promesa es enorme, pero faltan cosas clave para que funcionen bien a gran escala: liquidez, que se puedan usar entre distintos sistemas, que haya herramientas confiables para cambiar monedas, acceso a crédito y vías reales para mover dinero.
Ponle atención a la liquidez, por ejemplo. En Latinoamérica ya no solo viene de gente que vive en el mundo cripto, sino también de bancos y financieras tradicionales. Eso es un cambio enorme. Cuando el precio de las stablecoins y las monedas de siempre se pongan parejos, las ventajas de las stablecoins —como que se liquidan más rápido, cobran menos comisiones y se pueden programar— se van a notar un buen. Entonces dejarán de ser una opción rara y pasarán a ser lo normal.
Pero ojo, ni la stablecoin más barata va a salvarnos si está sola. Las empresas necesitan soluciones completas, no solo tokens. En Brasil, por poner un ejemplo, las stablecoins no van a resolver todo lo que implica el comercio exterior. Se necesita crédito, poder cambiar monedas fácil y que todo esté conectado para que los pagos funcionen al cien.
Las stablecoins tienen que evolucionar de ser un producto más a ser parte vital de todo un paquete financiero. Eso significa pensar diferente cómo armamos el mercado porque la fragmentación le hace daño a todos.
Con tantas stablecoins que se ligan al dólar, la industria puede volverse un caos sin sentido. Cada moneda necesita su propio fondo de liquidez, y eso crea barreras en lugar de que todo sea más grande y útil.
Una idea que pinta bien es crear “canastas de dólares”: juntar la liquidez y hacer que los precios vayan en una sola línea. Aunque es complicado, esto es clave para que las stablecoins se entiendan entre sí y aguanten el paso del tiempo.
También hay que entender que las empresas de stablecoins no van a ser las típicas startups tech. Se están formando como equipos de trading pro: con mesas de liquidez, conectadas a sistemas de pago y atendiendo a clientes grandes con la misma seriedad que un banco de altos vuelos. El futuro de las stablecoins no está en las esquinas, sino en el centro de la acción financiera, al ladito de las pantallas con datos directos de Bloomberg.
El verdadero reto no es solo inventar una nueva moneda, sino mejorar todo el sistema. Cuando una empresa gigante de energía de acá, como Pemex, use stablecoins para manejar sus transacciones de verdad, no solo para probar, ahí sí sabremos que la transformación llegó de verdad.
La cosa ya se está moviendo. El interés sigue creciendo, pero si las stablecoins quieren cumplir su misión, hay que construir la infraestructura financiera que las respalde, y no solo para unos cuantos, sino en grande.
Por eso, los días 27 y 28 de agosto, en la Ciudad de México, se reúnen chavos y chavas top del mundo cripto, empresarios, reguladores y líderes de opinión en la primera Stablecoin Conference LatAm. Ahí están para hablar claro sobre las oportunidades y retos de las stablecoins en la región. Solo con estos diálogos y trabajo en equipo vamos a abrir el camino para que estas monedas digitales den todo su potencial.
Imran Ahmad, director general de Bitso Business, nos comparte esta visión.
Nota: La info y opiniones en este texto no reflejan necesariamente el punto de vista de Cointelegraph. No es consejo de inversión. Toda inversión tiene riesgos, así que investiga bien antes de tomar decisiones.
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