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La neta es que Banxico y la Reserva Federal de Estados Unidos (la Fed) tienen una relación medio complicada, como un baile donde la Fed pone el ritmo y Banxico tiene que seguirle la corriente para no quedar fuera de paso. No es que sean dos compas al mismo nivel, más bien Banxico se adapta para no tropezar con el gigante del norte.
¿Y por qué tan pegados? Pues porque Estados Unidos no es cualquier vecino, es el socio más chido de México: al que le vendemos de todo, de donde vienen las remesas que alivian a millones de familias, y quien marca la economia global. La Fed, que manda en la economía más grande del planeta, cuando toma decisiones sobre las tasas de interés o políticas monetarias, hace que esas ondas lleguen hasta acá, retumbando fuerte en nuestros bolsillos.
Aunque Banxico es un banco central chido y autónomo, que en teoría decide sin que el gobierno le meta mano, en la práctica tiene que hacerle caso a lo que hace la Fed. Es como que tiene el volante, pero la carretera la marca el vecino. Por ejemplo, cuando la Fed sube las tasas de interés, el dinero internacional se va corriendo para allá porque allá rinde más y es menos arriesgado, y eso jala para abajo al peso mexicano. Entonces Banxico no tiene más que subir sus tasas para que no se le escape el capital y frenar la inflación que llega con todo porque los productos importados se encarecen.
La independencia de Banxico está medio fingida, porque aunque pueda tomar sus decisiones, las reglas del juego global casi siempre lo obligan a seguir la pisada de la Fed. Subir las tasas acá no es solo para controlar precios, es un escudo contra lo que pueda venir de allá.
Y no solo la tasa afecta a México. Cuando la Fed se pone estricta, los inversionistas se ponen nerviosos y sacan su lana de mercados emergentes, incluyendo México. Pero si relaja la mano, el dinero fluye más fácil para acá. Cuando la economía gringa se frena, lo sentimos rápido: menos compras para nuestras maquiladoras y menos lana para la economía mexicana. Hasta las remesas, que son el oxígeno para muchas familias, se ven afectadas porque si allá la banda gana menos, manda menos billete para casa.
La Fed también manda en el dólar, la moneda más importante del mundo, y eso influye en qué tan caro o barato le sale a México pedir prestado afuera, lo que es clave para que el país maneje su deuda.
Aunque parezca un rollo de poder desigual, Banxico y la Fed charlan seguido y se echan la mano, sobre todo cuando hay broncas grandes como la crisis del 2008 o la pandemia. Aunque Banxico no mande en la Fed, sí trata de influir en cómo ve la economía mexicana para que haya comprensión cuando las cosas se ponen rudas. Es un reconocimiento práctico: aunque el tamaño importa, lo que le pase a uno le pega al otro.
Para que México aguante el cotorreo y crezca, Banxico tiene que mostrar disciplina y muchas veces seguir el ejemplo de la Fed, sacrificando un poco su autonomía. Pero el verdadero boleto para el futuro está en que México se vuelva más chido, diversifique su economía y tenga fuerzas propias para que no le pegue tanto cuando su vecino se mueva. Esto es un tira y afloja diario, un baile difícil entre un gigante y su vecino, donde la independencia se consigue con trabajo y astucia.
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