¿Será el gas de Ethereum el villano que está frenando a Latinoamérica? ¡Descúbrelo aquí!
La onda de las criptomonedas ha atrapado a un buen chingo de gente en América Latina, prometiendo un sistema financiero más justo y fácil de usar. Dentro de este rollo, Ethereum es la plataforma estrella para hacer apps descentralizadas y contratos inteligentes. Pero aquí viene lo chido con lo gachito: el famoso “gas”. Este gas es como la tarifa que pagas por cada movimiento que haces en la red de Ethereum. Funciona como el combustible que hace que todo jale, pero a veces ese costo se pone bien pesado y eso complica las cosas para quienes no tienen tanto varo.
Para que se entienda, el gas es lo que necesitas para que la red haga una transacción, ya sea mandar una criptomoneda o usar un contrato más complicado. El gas se paga en ether, la moneda de Ethereum, y su precio no siempre es fijo; depende de qué tanta gente esté usando la red. Cuando está muy saturada, los precios suben y si quieres que tu transacción vaya rápido, tienes que aventarte una tarifa más alta. Esto hace que el espacio para hacer operaciones sea como una subasta, y eso no ayuda mucho a quienes andan batallando con el dinero.
En países latinoamericanos con salarios bajos, estas tarifas se sienten bien fuertes. Imagínate que quieres mandar unos pesos en criptomonedas a tu familia, pero la tarifa es casi igual de cara que lo que mandas. Pues no chido, ¿no? Eso le quita sentido a la idea de que las criptos sean para todos. Usar Ethereum para pagar cosas pequeñas, como un café o el camión, no se ve tan viable cuando las tarifas te acaban chupando casi todo el dinero.
Por eso las altcoins, o sea, otras criptos como Solana, Cardano o Avalanche están agarrando fuerza. Estas tienen un diseño que permite hacer muchas transacciones más rápido y sin que te cueste un ojo de la cara. No usan ese sistema tan caro de subastas de gas, y por eso acá en Latinoamérica se ven como una opción más justa para el día a día. Con comisiones bajitas, la gente puede hacer transacciones chicas sin que el gas les chupe el dinero.
Además, la misma comunidad de Ethereum no se ha quedado cruzada de brazos y ha creado soluciones llamadas “capa dos”. Plataformas como Arbitrum y Optimism trabajan encima de Ethereum para procesar un chorro de transacciones fuera de la cadena principal, y solo mandan un resúmen después. Esto baja un buen el costo por transacción, pues sólo pagas una fracción de la tarifa habitual. Aunque suena chido, pasar a estas redes nuevas les exige a los usuarios y apps adaptarse, y eso a veces complica las cosas.
A pesar de todos estos avances, el problema del gas sigue dando de qué hablar. Ethereum quiere cambiar a un modelo nuevo que promete bajar costos y usar menos energía, pero esto va lento y las tarifas no han desaparecido del todo. Por eso, para hacer operaciones chiquitas del día a día, sigue siendo difícil usar Ethereum si no tienes mucha lana.
El precio alto del gas, aunque parece un rollo, también ha hecho que en Latinoamérica los desarrolladores le echen ganas para crear soluciones que se ajusten más a lo que se necesita acá. Más que conformarse con pagar precios altos, están explorando redes alternativas, soluciones de capa dos o incluso creando sus propias blockchains con costos más bajitos.
En vez de ser un freno, esta bronca del gas ha puesto a Latinoamérica en acción, impulsando a la región a ser protagonista en el futuro de la tecnología financiera. El reto del gas ha abierto la puerta para que no solo usemos la tecnología, sino que también ayudemos a crearla. Esto ha hecho que el ecosistema cripto aquí sea más variado y resistente, listo para enfrentarse a los retos económicos y tecnológicos que vienen.
En resumen, el “gas” de Ethereum es un obstáculo para que la gente en Latinoamérica se suba al tren de las criptos, pero también ha sido la chispa para que la región busque otras formas de hacer que todo sea más barato y fácil. Así se demuestra que la adversidad puede ser la gasolina para la innovación y un futuro más chido en el mundo financiero digital.
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